-Susana, ven para acá, necesito tu ayuda-
-¡Voy señor!-
Respondía con entusiasmo e inocencia mi voluptuosa secretaria que a cada paso que daba hacia rebotar sus pechos o trasero que destacan de sobremanera en aquel atuendo de oficina.
Tacones negros en perfecto estado, una minifalda ajustada que a cada paso que daba se podía ver el tipo de bragas que llevaba apretando su cuerpo, una blusa blanca que no podía abotonarse más debido al gran tamaño de sus pechos imposibles de ignorar, al igual que al rojo sostén que lleva puesto hoy y que tiene la titánica tarea de soportar esos enormes pechos de donde sobresalía su credencial de empleada.
Su tarjeta estaba conectada a un gafete azul, casi tan azul como su precioso y corto cabello bien peinado, con un rostro sin imperfecciones, maquillado levemente con tonos rojos en mejillas y labios que favorecían a sus ojos y anteojos, tan rojos como un rubí y tan fuertes como el sostén que le iba a juego.
Cualquiera que la viera pensaría que es una mujer perfecta para la oficina; bonita, elegante, inteligente, bien vestida, obediente y que cumple con diligencia cada una de las tareas que se le es asignada.
-Menuda decepción ha resultado ser-
Dije con una pequeña risa al no saber que más decir, puesto que a pesar de su aspecto perfecto para un puesto importante de oficina, hacer algo tan básico como contestar el teléfono o incluso traer un café, Susana se las puede arreglar para hacerlo mal; ya sea mezclando documentos, repartiendo información incorrecta o avances de forma errónea, o si por alguna milagrosa razón no derrama el café, siempre traerá algo que no se le ha pedido; una vez incluso llegó con una gaseosa vertida en una taza de café y un sobrecito de té sin poder explicarlo.
Afortunadamente nada de eso pasó esta ocasión y logró subir las escaleras hacia mi oficina sin ningún inconveniente, entregando la carpeta con documentos que llevaba en su mano de forma exitosa.
Abrí la carpeta y encontré la verdad, donde todo era muy bueno para ser cierto. Los documentos sí que estaban ahí pero tenían dibujos y garabatos por todos lados, además de que unas hojas estaban repetidas y otras tantas hacían falta.
-No me digas que ya entregaste esta cosa a todos los pisos del edificio-
Pedí suspirando y tratando de pensar en una solución que no haría falta pero no por algo tan bueno en realidad.
-¡No se preocupe, jefe! En realidad no lo hice, no encontré más hojas de papel así que no hice el resto de copias ni las entregue-
Susana inflaba el pecho con tanto orgullo que pensé iba a reventar su blusa pero más importante que eso, no sabía si agradecer que no entregó los documentos o regañarla por no haberlos entregado.
-Me sorprende que alguien que no sabe ni sacar copias iba a dirigir esta empresa....-
Confesé con algo de miedo y decepción, que rápidamente fue contraatacado con un leve momento de inteligencia por parte de Susana.
-¿Lo siento? A Samuel también le preocupaba la compañía de su padre, él nunca fue bueno para dirigir la empresa y aunque intentó negarse al puesto, su padre ya había tomado la decisión. La única forma de salvar esta compañía de las malas manos de Samuel, era que Samuel no estuviera. Sinceramente me considero mucho más útil siendo la secretaria Susana que siendo Samuel, el hijo del jefe de esta compañía que iba a heredar-
Tras oír hablar de forma coherente y elocuente a una Susana que hasta su postura cambió al hablar, no pude evitar dejarle la mirada encima por varios segundos hasta que ella se dio cuenta y preguntó con nervios.
-¿Q-que sucede? ¿Dije algo malo? Creí haber dicho y hacer lo correcto, tú mereces mucho más este puesto que yo-
-No, lo explicaste muy bien y justo eso me sorprendió, no todos los días dices algo inteligente o tan coherente-
-¡Gracias, jefe!-
Acomodo sus anteojos de forma arrogante, volviendo a esa personalidad mucho más vacía y tonta con la cual se caracteriza Samuel y que por alguna razón se potenció con Susana. De igual forma pese a actitudes más acordes a alguien inteligente por leves momentos, puede que Susana no entendiera ni la mitad de lo que hacía. Pero lo poco que sí entendió me dejó sin palabras, debo admitir fue un acto sorprendentemente honesto y altruista, no cualquier persona renunciaría a su sexo, vida y la jefatura de una empresa millonaria para volverse una pésima secretaria que apenas vive el día a día, con ciertas comodidades vale señalar.
-¿Estas seguro de esto, Samuel?-
Pregunté con curiosidad, reflexionando sobre la situación tan complicada que vivía desde hace algunas semanas con mi ascenso a jefatura y acostumbrarme a mi nueva secretaria, algo que hizo reaccionar en un instante mi torpe secretaria que hoy de torpe parecía tener poco, resultando sorprendentemente competente en su labor, o al menos como consejera.
-Por favor llámame Susana, esa soy yo ahora y no tengo dudas en mi decisión. No necesitas decírmelo, hasta yo sé que soy un desastre como secretaria y manejar una compañía esta totalmente fuera de mis manos, tú mismo lo has mencionado, si tareas tan sencillas como traer un café las puedo hacer mal, no imagino el esfuerzo y dedicación que requiere tomar decisiones en una empresa-
Susana suspiró viendo hacia la planta baja, donde muchos de los empleados corrían de un lado a otro para hacer su labor. Fue ahí cuando agregó.
-Si fracasar solo me afectará a mi esta bien, de hecho creo que aún llevando a la quiebra a la empresa, tendría dinero para mi y futuras generaciones en mi familia, pero muchos de los empleados no pueden hablar igual, ellos necesitan sus empleos y que la compañía siga creciendo, si a la empresa le va bien, a ellos también. Así que, encárgate por mí, ¿Si?-
Me pidió con la sonrisa más honesta y torpe que Susana podía dar antes de seguir hablando.
-Tú sí que te has preparado y esforzado muchos años para este puesto, no hay persona más capacitada para este puesto que tú, solo mi padre te supera y siendo honesta creo que es cuestión de tiempo para que los papeles se inviertan ya que él se ha quedado con ideas a la antigua, innovar también es necesario y eso lo puedes hacer, todo lo puedes hacer, señor jefe-
Tras esas palabras motivaciones, unos golpecitos con su codo para hacerme reaccionar, y hacerme soltar una risa tras ese horrible apodo, las preocupaciones sobre la oficina disminuían un poco, aunque no necesariamente disminuía la preocupación por mi secretaria.
-Todo sería más fácil y estaría mucho más tranquilo, si alguien, no se la pasara equivocándose todo el tiempo en su trabajo, ¿Verdad, Susana? Si trabajarás la mitad de bien que tu forma de motivar, se contaría otra historia-
Ahora ella era quien reía, haciendo sacudir su gran pecho unos momentos hasta responder.
-¿Que te digo? La oportunidad era buena más no perfecta, a cambio de ser el jefe tienes que darme un empleo como secretaria por todo el tiempo que quiera, es el puesto donde menos daño hago a la compañía y así ganarme la vida, después de todo al volverme mujer perdí mi identidad-
-Ya veo, ahora que lo mencionas, ¿No es difícil esta vida? Vienes de una casa enorme donde se te daba todo y ahora tienes que trabajar todo el día para ganar algo de dinero, ¿No te molesta? Podría darte un aumento si lo deseas para que tu vida sea más cómoda-
Una vez más mi secretaria rio.
-Para nada, es justo lo que quería, agradezco a papá por darme casa, educación y muchas cosas más pero yo quiero vivir mi vida y no ser una extensión de la suya, así que trabajar como secretaria me viene de maravilla....eso sí, si quisieras darme un aumentito o mas días de vacaciones no me quejaría-
Susana intentó poner ojitos tiernos ante su petición que parecía chantaje pero más que sus ojos, sus grandes pechos que casi salían de la blusa fue lo que llamaron mi atención, aceptando su petición. Hoy se lo había ganado.
-Vale, los detalles del aumento luego hablamos, por ahora puedes irte a descansar-
-Hoy no-
-¿Y eso?-
-¿No es obvio? Todavía tengo que sacar las copias y entregarlas antes de la junta, además de traerle su café americano, ¡Soy su secretaria y mi labor con usted todavía no ha terminado, jefe!-
Su responsabilidad y sentido de compromiso eran buenos, si tan solo también tuviera un poco de cerebro.
-No me gusta el café americano y después de todo el tiempo que hemos perdido aquí, no creo que puedas sacar las copias a tiempo-
-No ha sido tiempo perdido si ha aprendido algo, señor. Y acerca de las copias, lo vamos a averiguar, ¡Nos vemos!-
Con eso dicho mí secretaria salió corriendo de mi oficina, sin importar que llevara tacones o que si su falda no se rompía por el esfuerzo, lo haría su sostén, o tal vez antes de que eso pase se estrelle con alguien pero sea como sea, creo que Susana no es tan mala secretaria.
Créditos a quien correspondan. |
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