sábado, 1 de abril de 2023

La nueva monja

Era un domingo por la mañana, había llegado a la iglesia más temprano que de costumbre para ver a mi hija, ella siempre había sido muy problemática y rebelde conmigo pero aún así la amaba tal como era. Sin embargo, en cuanto descubrí que fumaba y usaba drogas no solo me destrozó el corazón, también tomé la decisión de meterla a un convento para que enderezara su estilo de vida en uno mucho más sano.
Desde entonces ha pasado un mes desde que tomé esa decisión y quiero saber que tal la esta pasando mi pequeña dentro del convento.
-Hija, ¿cómo has estado? Me da mucho gusto verte, luces adorable-
-Tsch ¿ahora que quieres, mamá? Ya no tengo nada que puedas quitarme, no tengo celular ni consolas, ni mis cigarros, ni mi cuerpo, es horrible estar aquí-
-Cielos, no estés tan amargada Regina, sonríe un poco-
-¡Deja de llamarme así! Soy Ricardo, tú hijo varón, no una niña-
Suspiré algo cansada, era claro que aún no se acostumbraba a eso pero lo haría, tendría que hacerlo si de verdad quería salir de aquí.
-No, señorita, hasta que dejes esas malas actitudes eres una chica; Regina, mi hija y la nueva monja  de la iglesia aunque para ser una monja aún te falte aprender un montón de cosas, al menos ya te vistes como una y te ves bien-
-No es que tenga elección, cuando me volviste una chica no tenía nada de ropa y aquí es toda la que tengo, tuve que aprender a ponérmela porque era un desastre y los padres o madres me castigaban al no vestirme bien-
-Pero valió la pena, te ves muy linda con tu atuendo-
-Hábito, mamá, se llama hábito-
-Lo sé pero me sorprende que tu lo sepas-
-Me dejaste encerrado aquí, no solo he aprendido a vestirme de esta forma, también he tenido que aprender modales y estudiar la biblia, el crucifijo en mi cuello es algo que ocupo todos los días para orar al menos 3 veces al día, al principio era eterno pero ahora el tiempo transcurre más rápido cuando rezó-
-Me haces sentir orgullosa, con todo esto estoy segura de que no volverás a tus viejas costumbres. Por cierto ¿puedes levantar tu falda?-
-¿¡Porque me pides eso tan de repente!?¿¡qué te pasa!?-
-Solo quiero estar segura de que cuides bien tu nueva zona así que hazlo rápido antes de que alguien venga-
Con un suspiro pesado y una mirada aun más pesada obedeció mi petición, cosa que hace años no hacía, dejándome ver que llevaba unas pantimedias blancas con unas braguitas juveniles pero con cierto toque adorable, no podía esperar menos de una señorita.
-Hasta en tu ropita interior te ves linda, apuesto a que cualquier chico iría tras de ti-
-Déjame en paz, es algo humillante pero es mejor que no llevar nada, además no hay forma de que le presté atención a un chico-
-Que joven tan disciplinada, es bueno oír que te concentras en tus estudios ¿Quieres algo de ropa interior o de otra clase? Creo que te hace falta un poco y seria un premio por estar esforzándote por todo este tiempo-
-¿Que clase de premio es ese?... Pero si, me vendría bien algo de lencería para no tener que lavar a mano todos los días y quizás ropa más cómoda, a veces hace mucho calor con esto por lo que alguna blusa o falda larga me serviría, no deben de mostrar mucho o me meteré en problemas-
-¿También lavas? Debí de traerte aquí hace años-
Exclame con total emoción y dando un par de aplausos mientras veía la falda bajar ante mí, por la emoción casi había olvidado que aún la sostenía bastante arriba mi pequeña hija.
-Como sea, la misa esta a punto de empezar y tengo que ayudar-
-Lo entiendo, tampoco quiero perdérmela. Entonces luego volveré hija-
Ella no estaba para nada satisfecha pero yo si, no había duda de que esto era como un bello milagro para mi, con algo de tiempo volveré a tener un hijo mucho más disciplinado y sino la iglesia tendría una fiel servidora más tiempo en sus puertas, aunque si ese punto llega me preguntó ¿Regina se quedará así por gusto o no? Sea cual sea de los casos estaba bien para mí y ahora que empieza la misa voy a dar las gracias por ello a quien está haciendo todo esto posible.