-Joder, en serio me cuesta creer que esto esté sucediendo, ¿En serio este es mi cuerpo? Es demasiado bueno para ser cierto-
Se decía a sí mismo el hombre de escasos recursos mientras con problemas se alejaba del lugar que alguna vez fue su hogar, y que ahora abandonaba al igual que su antiguo cuerpo y vida como indigente.
Aquel hombre no tenía una casa, ni familia, ni amigos, y ni siquiera algo tan básico como un nombre, simplemente existía o algo parecido, quedándose en el suelo cerca de un parque agradeciendo las monedas que cada tanto alguna persona le daba.
Sin embargo, de entre todas esas personas bondadosas, siempre había una que trataba mal a ese pobre hombre sin razón aparente. Se trataba de una madre soltera, que a pesar de ya tener un par de hijos se veía de maravilla; de no ser que se le solía ver sujetando de la mano a uno de ellos o cargando a otro, cualquiera podría jurar que era una joven bella como pocas.
Y que contrastando con su belleza, la mujer era cruel y clasista como pocas personas, por lo que cada que veía a lo lejos a aquel indigente lo insultaba, regañaba, buscaba que lo arrestaran y mucho más.
El pordiosero siempre soportó sus malos tratos de la mujer, no sólo porque no era alguien agresivo, también porque era consciente de que a ojos de la policía un "culpable" entre un indigente y una señora trabajadora y madre soltera, era bastante claro quien sería el culpable.
Así ambas personas se soportaron durante mucho tiempo hasta que la señora cruzó una línea muy delicada, yendo directo al indigente para insultarlo y finalmente agredirlo.
La mujer le rocío gas pimienta en la cara y salió corriendo del lugar, el hombre gritó por el dolor, con una mirada cada vez más nublada y lloroso que se volvió completamente violeta durante unos segundos. El hombre tallaba con fuerza sus ojos hasta que finalmente comenzaba a ver de nuevo, aunque todo lo que veía era bastante diferente.
Su cabello sucio se volvió una larga y hermosa melena castaña, sus manos que tallaban con fuerza sus ojos ahora eran mucho más delgadas y con uñas decoradas, al bajar la mirada podía ver un enorme pecho oculto en un vestido blanco, que presumía de manera excelsa sus preciosas y largas piernas que usaban unos tacones rosados con una especie de tirantes que llegaban hasta debajo de su rodilla.
Aquel pordiosero se había convertido en la madre soltera que justo lo había atacado y que ahora huía en dirección a su hogar.
-Espera, ¿Cómo se que por aquí es mi hogar? Quiero decir, su hogar...ahora que lo pienso...poco a poco tengo recuerdos míos...Digo, de esta mujer-
El hombre ahora en cuerpo de mujer se concentró en sus recuerdos, teniendo cada vez más nítida la vida de esa mujer como si de la suya se tratará pero claro, sin heredar aquellos sentimientos mezquinos que ella tenía hacía las personas menos afortunadas.
-No puedo entender que es lo que pasó pero...creo que no voy a regresar, solo me estaré metiendo en mas problemas, además que Damián y Bobby deben estar esperándome...Así que esos son los nombres de mis hijos, de sus hijos-
El pordiosero miró detrás suya, por la calle donde se quedaba en el suelo todo el día y pensó más detenidamente que es lo que haría.
-Yo no tenía nombre, ni nada que me importara ni menos nadie a quien yo le importara pero no más-
Diría con la mirada al frente y caminando rumbo a su nuevo hogar, hablando consigo misma una vez más.
-Ahora soy Marina, madre de familia y la única que es capaz de cuidar a mis dos pequeños. Puede que no fuera nadie en mi otra vida pero esta vez será diferente, haré lo que sea para que esté cambio haya válido la pena y si la antigua Marina o mi cuerpo vuelven a cruzarse en mi camino, haré lo que sea para no perder esta vida que he obtenido-
Después de tantos años de miseria, por primera vez en su vida, el hombre estaba dispuesto a esforzarse y ser algo, ser alguien, ser Marina. Y daría todo de si para aprovechar al máximo está nueva vida que se le ha regalado.
Me gusto!
ResponderBorrarMuchas gracias por comentar, 222. Tuve que editarla un par de veces para que no me regañen pero sí te gustó, el esfuerzo valió la pena.
Borrar-Nero.