-¿Pero que tenernos aquí? Parece que dimos con toda una putita, ¿No es así?-
Decía burlonamente un hombre que usaba traje, a la pobre mujer del tren, a quien con descaro empezaba a acariciar; frotaba uno de sus pechos y metía la mano bajo el vestido violeta de la mujer que sin queja alguna, sentía en todo su cuerpo aquellas caricias que la hacían estremecer.
-Así es, señor. Soy toda una putita-
Aquella respuesta sorprendió tanto al hombre que tocaba a la mujer, como al chico de a lado, un amigo del hombre que le ayudaba a inmovilizar a las chicas cuando era necesario. Ambos hombres eran unos pervertidos que se aprovechan de alguna mujer cada que podían en el reducido espacio dentro del tren; mientras uno sujetaba o amenazaba a la chica, el otro tocaba su cuerpo como más quisiera, pero con esa mujer pasaba algo diferente.
-Por favor, señor, ¿Puede abusar de mi? Estoy aquí para satisfacerlo, solo sirvo para eso-
Apenas dijo esas palabras la mujer cuando sacudió sus caderas cerca de la entrepierna del hombre, dejando que su buen culo se restregara sobre la verga del problemático y sorprendido sujeto.
Elías era un sujeto despreciable, que se quedaba en los trenes hasta altas horas de la noche, para tocar o aprovecharse de alguna indefensa mujer que no pudiera escapar de él. Al menos una vez a la semana, Elías le hacía algo horrible y sin consentimiento a alguna señorita que terminaba destrozada de alguna o varias maneras.
Hace una semana, una joven universitaria regresaba de una fiesta usando el tren, estaba ebria y cansada, además de llevar un hermoso vestido morado que era fácil de quitar, un blanco perfecto para aprovecharse de ella.
Elías, como un cazador acechando a su presa, se acercó por detrás a la chica, quitándole rápidamente su vestimenta. Ella intentó defenderse pero era inútil, Elías era mucho más alto y fuerte, logrando dejarla desnuda en poco tiempo para sacar ventaja de ella en la soledad del vagón.
Sin embargo, por la ventilación que había en el mismo tren, un raro e intenso humo rosado comenzó a aparecer hasta llenar por completo el vagón donde ambos iban y que nada pudiera verse ni por dentro ni por fuera de esa sección del tren.
Cuando al fin las puertas del vagón se abrieron, la joven salió corriendo en ropa interior, en un desesperado intento de huir de su agresor, cosa que ya no hacía falta. La niebla Tg había invadido aquel vagón del tren, y en lugar de un abusivo hombre, Elías se había convertido en una madura y bella mujer que desde ese momento viviría para ser utilizada por hombres igual de despreciables y asquerosos que el antiguo Elías.
De entre todo ese humo morado, salió una mujer alta, de cabello morado y completamente desnuda, al menos hasta ponerse el elegante vestido de noche que había quitado a la estudiante momentos antes.
Desde ese día Elías, o ahora llamada Eliza, es una vagabunda de los trenes y sus estaciones, donde repetidamente es utilizada varias veces cada día por cualquier persona que la desee.
-Nunca pensé encontrar una auténtica pervertida, mucho menos que fuera tan bella, incluso andas por este sitio sin bragas o sin sostén; puedo sentir tus pezones tan duros y tu vagina tan mojada, maldita chica sucia-
-Tiene razón, soy solo una sucia chica, por favor utilíceme todo lo que quiera-
Seguía suplicando con sumisión una Eliza que además de ser convertida en mujer, y volverse más sumisa, también desprendía un olor peculiar que atraía a todos los pervertidos que pudiera. En otras palabras Eliza era como la más dulce y lasciva miel, que atraía a los más sucios y asquerosos gusanos, se convirtió en un imán que atrae a la gente igual de perversa que él, con la diferencia de que ninguna mujer más seria víctima de estos hombres, ya que Elías se encargaría de dejar a todos satisfechos con los nuevos dotes de su cuerpo femenino.
-¿Entonces deseas esto, puta?-
-Por supuesto, por favor, se lo ruego, hágame suya, también su acompañante que me sujeta puede participar-
Aquel hombre también se sorprendió pero sobre todo se emocionó, ambos estaban completamente locos por Eliza, y Eliza se moría de ganas de poder satisfacer a ambos pervertidos a como diera lugar.
-Oye, si tanto lo desea, hay unos baños en la próxima estación donde podemos usarla sin problemas-
Diría el acompañante, ganándose una sonrisa y respuesta de una excitada Eliza.
-Por supuesto, es muy buen sitio, cuando alguien quiere cogerme por horas, ahí es donde me llevan-
-Parece que no es tu primera vez-
-Ni tampoco será la última, así que vengan a visitarme cuantas veces quieran, siempre los estaré esperando-
-Diría que nos sacamos la lotería con esta pervertida de los trenes, muero de ansias por estar con ella-
Decía el chico a su compañero de traje, quien cada vez más intensamente pellizcaba los pezones de Eliza y metía sus dedos en la muy mojada vagina de la mujer.
-Ni que lo digas, si siempre está en este sitio, haré todo lo posible para frecuentarlo. Por ahora, veamos que tan bien puede coger. Vamos a dejarla bastante excitada para no perder tiempo en el baño seguro que está puta lo agradecerá-
-Tiene razón, señor. Haré todo lo posible para dejarlos satisfechos a ambos, no dude en ser tan duro como quiera que una pervertida y sucia chica como yo, solo sirve para complacer a los hombres-
-Es muy bueno que entiendas tu lugar, me fascinas, y en cuanto lleguemos a la estación tendrás tu ansiada recompensa-
-Después de tanto, tu cara, cuerpo, hoyos y hasta tu vestido quedarán cubiertos de semen-
-Muero de ganas porque eso ocurra-
-Lo hará, solo aguanta unos minutos más-
Créditos a quien correspondan. |
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