-¿Pero...que me ha sucedido?-
Me preguntaba a mi misma, o mismo, viéndome en el reflejo de la ventana que estaba limpiando hasta que los borrosos recuerdos llegaron a mi cabeza.
Yo era, o soy el dueño y patrón de este hotel y acababa de despedir a esta chica asiática por el simple hecho de que no me agradaba. No es que hiciera mal su trabajo o hubiera quejas del personal o de los huéspedes, sencillamente a mi no me agradaba y quería deshacerme de ella cuanto antes.
Esta mañana la llamé a mi oficina y sin molestarme en explicar le daba las gracias por su servicio, ella pidió explicaciones y me rogó que no lo hiciera porque era lo único que tenía pero poco me importaba su situación, exigiéndole que se largue de mi oficina.
Estaba a punto de llamar a seguridad para que la sacaran del hotel cuando una luz me cegó y de repente esto pasó. Se siente como si despertará de un largo sueño para entrar en una pesadilla donde mi cuerpo es el de la persona que más detesto, y con un "uniforme" muy diferente al del hotel pues todo lo que vestía era la diadema, unos tacones y un bikini negro con tiras blancas. Por un momento pensé en quitármelo pero estar desnudo en este cuerpo sería peor.
-Veo que has despertado, Kurumi-
Escuche decir a mí mismo detrás de mí. Es decir, era mi cuerpo masculino pero yo no lo controlaba y pensando tan rápido como podía, si yo estaba en el cuerpo de ella, entonces ella debería estar en el mío.
-¡Yo no soy esta estúpida asiática! Soy Andre Rott, el dueño de este hotel y tu antiguo jefe-
Declaré con todo el valor que pude, aunque con un impacto mucho menor al que esperaba por lo débil de la voz de este cuerpo.
-No, ese soy yo y tú eres Kurumi Susumi, una chica asiática lejos de su hogar; sin estudios, ni familia ni dinero como para sobrevivir sola en este lugar, por eso mismo aceptaste este nuevo puesto-
Confundido por tal afirmación no pude evitar preguntar.
-¿Qué puesto?-
-El de ser mi esposa por supuesto. He decidido tener un montón de hijos y una mujer obediente que los pueda criar, además de hacerse cargo de las labores del hogar-
-Debe estar loca, ¡Yo nunca!-
-Guarda silencio-
-Sí, querido-
Oí decir de mi propia boca femenina al mismo tiempo que me quedaba quieto, poniendo total atención a lo que diría mi antiguo cuerpo.
-Tú tendrás a mis hijos, aprenderás a ser una buena esposa, a cocinar, a limpiar y mucho más. No te estoy preguntando si quieres o no hacerlo, tú vas a hacerlo. Esta es tu nueva vida, Kurumi, ¿Te quedó claro?-
-Quedó claro, querido-
Dije haciendo una reverencia, no podía evitarlo, no controlaba del todo este cuerpo, especialmente cuando Kurumi en mi cuerpo me daba una orden lo que me hacía obedecer o contestar sin cuestionarlo.
-Bien, me alegra que lo entiendas, apuesto a que con el tiempo te acostumbraras a ser mujer, incluso si no te acostumbras, serás mi mujer. Pero por ahora, ¿Qué tal si sigues limpiando las ventanas? Asegúrate de mover bien ese trasero que me fascina, en definitiva ese bikini que usas como uniforme resalta tus encantos-
No podía decir nada al respecto, quisiera decirle que era arrogante y no me trataba bien pero las palabras ni salían de mi boca. Todo lo que pude hacer fue volver a sonreír y cumplir con lo que me ordenó; levantando lo más que podía el trasero mientras limpiaba de las ventanas con un pañuelo, asegurándome de sacudir las caderas tanto como podía para deleitar a mi antiguo cuerpo.
Mientras limpiaba la ventana pude ver mi nuevo reflejo, el reflejo de este cuerpo pequeño y de piel blanca, con largo cabello, con busto pequeño, con un buen trasero, con la amenaza de que me volvería la sumisa madre de muchos niños algún día y ser una sirvienta por el resto de mis días, todo eso dentro del cuerpo de la chica que más odiaba, mientras ella en mi cuerpo se apoderaba de mi fortuna, de mi cuerpo e incluso de su cuerpo al tenerme atrapado.
Viendo mi nuevo y femenino reflejo al cual me tendré que acostumbrar, también pienso si nada de esto me hubiera pasado de no haber sido un cretino con esta pobre chica que ahora cobra venganza conmigo.
Puede que nunca lo sabré.
Créditos a quien correspondan. |
Me encantan este tipo de historias de poner a un hombre en su lugar
ResponderBorrarGracias por comentar, Antonio. A mí también me gustan estás historias, hace tiempo no publicaba algo así y me alegra volver a hacerlo.
Borrar-Nero.