lunes, 15 de enero de 2024

La última faraona

Maldita sea, ¿Quién diría que esa estúpida maldición era real?
Me gustaría poder quejarme en voz alta, moverme y suspirar pero desde que me afectó la maldición, mi vida entera se arruinó.
Mi nombre era Maximiliano, todo el mundo me llamaba Max, y a mis 19 años era el alma de la fiesta, además del terror de los nerds de 4 ojos a quienes todo el tiempo solía molestar.
Yo lo tenia todo, era alto, guapo, fuerte, inteligente, con dinero y muy humilde, no hay otra forma de decirlo, más allá de que yo era de lo mejor. Al menos hasta que lo arruine todo.
Estábamos en un viaje escolar, en un museo de no sé que cosa para ver a las momias. Los cerebritos estaban hablando tanto de las momias y los sarcófagos donde dejaban los cuerpo en la antigüedad, qué simplemente vi la oportunidad perfecta de ponerlos en su lugar.
Los nerds se quedaron atrás del grupo para hacer las fotos y apuntes, además de hablar sobre una maldición de la última faraona; ellos decían que fue una mujer muy poderosa y respetada por todo Egipto, por eso su sarcófago era digno de la realeza, y todo aquel que perturbe su legado, sufrirá terribles consecuencias.
No termine de escuchar su tonta historia y en cuanto vi la oportunidad, comencé a molestarlos, empujarlos y romper sus cosas hasta que oí algo caerse.
Al voltear la mirada, la representación de dicha faraona estaba en el suelo echa añicos, soltando un extraño humo morado qué envolvió por completo la habitación, conmigo incluido.
Cuando todo el humo se disperso, podía ver a los nerds mirarme completamente asombrados, diciendo que la maldición era verdadera, y que ahora se habían librado de mi.
Que siguieran hablando de esa tonterías me hizo enojar, lo suficiente para intentar atacarlos de nuevo, pero solo eso pude hacer, intentar.
Cuando quise moverme, no pude, no me movía, no caminaba, no hablaba, ni respiraba, solo podía mover mis ojos un poco, con lo cual pude ver mi estado actual en el reflejo de la ventana frente a mi.
Mis piernas y cintura envueltas en su totalidad por el sarcófago de oro y lujosos materiales; llegando hasta por debajo de mis pechos enormes qué apenas tenían algo para cubrir mis pezones; tras eso mis brazos también estaban atrapados, terminando con mi prisión de oro hasta llegar al cuello donde más joyas lujosas y detalles en oro reprimen por completo el movimiento de mi cuerpo; mi boca también está cubierta, una gema decoraba mi frente y mi largo cabello estaba peinado de una forma difícil de explicar; todo esto lo podía ver con mis nuevos ojos rojos qué parecían bañados en sangre, así podía ver por mi mismo que me había convertido en una mujer, o mejor dicho, me había convertido en esa última faraona. 
Los nerds hablaban sobre la maldición, y que quizás romper su imagen fue lo que me maldijo y me dejó transformado de esta manera, algo que al intercambiar miradas entre ellos, prometieron qué mantendrían en secreto antes de irse corriendo. 
Intente hablar o detenerlos pero nada podía hacer más que mirar y pensar con este cuerpo que ni siquiera puedo mover.
La transformación ya tiene muchas horas qué ocurrió, el museo incluso cerró y los restos del sarcófago y faraona anterior habían desparecido, nadie pregunto por mi y no tengo idea de si algún día alguien me pueda encontrar, incluso si nota que desaparecí, nadie pensara que un chico se convirtió en una faraona, por culpa de una maldición.
Espero que alguien en algún momento sea capaz de ayudarme a recuperar mi vida y volver a la normalidad, pero hasta que ese momento llegue si es que llega, no tengo de otra más que seguir sufriendo por esta maldición qué me ha convertido en la última faraona.
Créditos a quien correspondan.

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