lunes, 10 de junio de 2024

Campo de batalla

Entonces hoy es el día en que voy a entregarme a otro hombre, a mi amo y señor, estoy muy nerviosa y apenada pero si eso es lo que ya se decidió, no puedo oponerme a ello aunque quisiera.
-Dayanna, ven aquí. Quítate la armadura y de rodillas-
-Como usted me ordene-
Respondí quitándome la armadura, el casco, las botas y el peto de acero inoxidable, quedando solo con mis pechos vendados para entrar en la armadura y con calzón, dejando de lado mi espada, poniéndome de rodillas ante mi señor; un hombre fuerte y salvaje como pocos en el campo de batalla que me adquirió como un trofeo desde que me ocurrió esto.
Antes yo era un hombre leal a la causa de mi amo, quien antes de ser mi amo fue mi capitán en el campo de batalla. Sin embargo, en mi última batalla como hombre, un guerrero usó alguna magia prohibida y para cuando desperté, ya era una mujer.
La armadura pesaba un montón, mucho más llevando la espada pero entre todas las personas que pude encontrar, encontré a la mejor opción en esos momentos, a mi capitán. 
Con la armadura y mi espada pudo darse cuenta de quien era yo en realidad, confirmando mi identidad con unas preguntas más sobre mi tiempo a su mandato. Lo más sorprendente es que creyó que fui víctima de un hechizo, al parecer él conocía dicha magia, aunque no me permitió saber como es que la conocía, solo me dijo que una vez la había usado y que estaba seguro de que no había forma de revertir la magia maldita.
En otras palabras, sería una mujer de ahora en adelante, y tal como una mujer encontrada en campo de batalla, tendría que ser propiedad de quien la reclamará, en este caso mi capitán, quien no dudo en convertirse en mi amo.
Sé que suena terrible tanto lo que me sucedió como la solución de mi amo, sin embargo, esa fue la mejor elección que pudo haber tomado; las mujeres encontradas suelen ser vendidas como esclavas, convertidas en prostituta o sus vidas terminan antes de lo previsto al ser vistas como una carga. En el momento que fui reclamada por mi capitán, nadie se opondría a él, y él conociendo la verdad de quien soy, me daría un mejor trato que el habitual para las mujeres capturadas después de una batalla, lo único que no se pudo evitar es que yo lo llame amo y él me pusiera el nombre de Dayanna para mi nueva identidad donde tendría una última oportunidad.
En este mundo las mujeres no suelen verse en el campo de batalla, son pocas las excepciones de mujeres combatientes, que para ser guerreras y no meras pertenencias, debían ganarse el derecho de luchar y mi amo me dio la oportunidad de volver al campo de batalla para ganarme mi libertad.
Por desgracia para mi, desde hace meses que lo intento y fracaso de forma absoluta, no importa cuánto entrene, ni lo fuerte que sea mi cuerpo, al momento de entrar en el campo de batalla unos nervios me invaden, volviéndose un miedo paralizante por el cual ya me hubieran matado de no ser que mi amo me ha protegido a capa y espada en el campo de batalla en cada uno de estos incidentes humillantes.
Mi amo ya comenzaba a molestarse de mis fracasos, no entendía como es que siendo tan bueno antes, ahora no pudiera hacer nada y las burlas de los demás soldados ante el fracaso de guerrera que estaba siendo no me ayudaban para nada.
Hoy por la mañana hubo otro enfrentamiento y una advertencia se me fue dada, si fracasaba no volvería a pisar un campo de batalla y lejos de convertirme una guerrera respetada, simplemente me volvería la mujer de mi amo, entregando mi cuerpo como prueba de ello.
Era mi última oportunidad de demostrar lo que puedo lograr y en vez de eso, volví a fallar, a tal punto que mi capitán casi muere por mi culpa, lo cual nos llevo hasta este momentos donde me despojé de mi armadura y me arrodille ante mi amo.
-¿Tienes algo que decir, Dayanna?-
-No, amo. No quiero poner ninguna excusa a mi fracaso. Lamento todo lo que provoque-
-Al menos eres consciente de ello, puede que más adelante tengas otra oportunidad de salir al campo de batalla pero por ahora, ni yo, ni nadie te queremos ahí estorbando. Desde ahora eso que llevas es toda tu ropa tal como el resto de esclavas, vas a trabajar muy duro limpiando la ropa y armadura de todos los guerreros, al igual que cualquier orden mía o de otros guerreros la debes acatar, de no hacerlo sabes muy bien que te voy a castigar. Por último, nadie más que yo te puede usar para tener hijos, de momento no tengo esa intención pero de no ser útil como soldado, tendrás que tener y criar a futuros soldados-
-Entendido, amo mío-
Dije con voz temblorosa pero un poco aliviada, dándome cuenta que perdí lo poco que me quedaba como guerrera pero al menos, no me usarían como una mujer que tiene a sus hijos, al menos no todavía, lo cual resultaba ser un alivio. 
-Sí, entendiste todo Dayanna, ya podemos descansar, entra a la cama-
-A-amo...pensé que usted no-
-No seas idiota, no haré nada contigo todavía, pero como ya no aspiras a ser guerrera tienes 2 opciones: dormir en la misma cama que tu amo, o dormir en los corrales con el resto de esclavas, ¿Qué prefieres?-
No pensé que fuera a decir esto a un hombre pero no había de otra viendo mis opciones, en especial conociendo lo difícil que era estar en los corrales.
-Permítame dormir con usted, amo mío-
-Así me gusta. Antes de que lo olvide, guarda la espada y armadura en ese baúl, se quedarán conmigo para que nadie lo usé, incluyéndote a ti, que te debes acostumbrar a andar con esa ropa y ser más servicial, también te dejarás crecer el cabello y por último me tendrás que abrazar al estar en la cama-
-Por supuesto amo, eso haré-
Con eso dicho mi amo se comenzó a preparar para ir a la cama mientras yo guardaba lo último que me quedaba de mi vida como hombre y guerrero, puede ser que algún día vuelva a estar en el campo de batalla pero hasta que esa oportunidad y día lleguen, el único campo de batalla al que me voy a someter es al de ser una esclava a las ordenes de todo tipo de fuertes guerreros, entre los cuales está mi amo, quien algún día se podría cansar de cuidarme y me termine haciendo madre como al resto de mujeres aquí. 
Créditos a quien correspondan.

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