lunes, 31 de octubre de 2022

La noche más...¿Payasa?

Desde hace ya unos cuantos años, un joven llamado Matías, aprovechaba la noche de Halloween para divertirse un montón a costa de los demás. Puesto que Matías lo que hacía, era ir asustando a chicos y grandes que se encontraba en su camino.
Usaba todo tipo de trampas y accesorios para ello; saliendo de lugares oscuros, gritando y haciendo ruidos extraños, en ocasiones ponía cables invisibles para hacer caer a la gente o mover cosas, hasta en una ocasión utilizó un viejo y enorme cuchillo para sacar chispas al momento de rasgar contra el suelo, el cual provocaba un horrible sonido que erizaba la piel.
Estas cosas las hacía para aterrizar a los niños distraídos, haciéndolos llorar despavoridos mientras huían de él. Si los chicos tenían suerte, dejaban caer sus dulces de toda la noche en el proceso y Matías no los perseguía, pero si los pobres infantes salían con sus dulces, el chico problema los perseguía hasta robar todos los dulces que consiguieron en la noche de Halloween.
Esto se volvió un horrible hábito en la ciudad donde vivía, donde por muchos años que pasaban, siempre había alguien que caía en sus malvadas garras, que no eran nada tontas, puesto que cambiaba de disfraz y ubicación en cada ocasión.
Sin embargo, su suerte se acabaría por azares del destino cuando compró de segunda mano un horrible y desgastado disfraz de payaso: era monocromático, con un sombrero ligeramente quemado de algunas partes, con agujeros por todas partes que resultaban por un color oscuro y carmesí que rodeaba cada agujero, el atuendo daba muy mala imagen y mucho por lo cual pensar pero justo eso es lo que buscaba el joven, quien compró el atuendo sin dudar.
Llegada la noche, el chico preparó todos sus utensilios para molestar a los niños, dejando al último ponerse aquel atuendo de payaso que parecía un overol, y que una vez comenzó a colocarse, sabía que se iba a divertir como nunca antes y que no había vuelta atrás...para él.
Lo puso de las piernas a los brazos, y aunque costaba un poco de trabajo, se las arregló para subir el cierre de la espalda hasta su cuello y ver el resultado, uno que lo dejó bastante confundido puesto que con cada segundo que pasaba, su apariencia cambiaba drásticamente de lo que había imaginado.
Por alguna extraña razón aquellos agujeros de oscuro carmesí en el atuendo se estaban volviendo círculos de un peculiar tono violeta, que parecían estar estampados sobre la tela verde agua que ahora tenía el overol. De hecho, ya ni siquiera era un overol, el atuendo había pasado de un viejo y desgastado overol, a un body de encaje con bordado en las zonas de los muslos, del escote y de las hombreras.
Sus piernas no quedaron del todo desnudas, solo una pequeña parte de sus muslos quedaba al desnudo entre el body de encaje y unas largas medias por encima de la rodilla, estas medias eran de franjas con los mismo colores que el body que vestía. A su vez, de las hombreras emergieron mangas con el mismo patrón de colores que el resto de vestuario.
Si hasta el sombrero quemado y de mal aspecto, se veía lindo e impecable, con el mismo diseño que las medias, y con una enorme flor sonriente justo al frente destacando un montón.
Matías estaba bastante incómodo con ese atuendo, no sólo porque era vergonzoso para él usar ropa de mujer, también resultaba bastante ajustado de algunas zonas como la entrepierna.
Pero eso ya no sería un problema, debido a que su cuerpo empezaría a cambiar para adecuarse al atuendo; sustituyendo su masculina entrepierna por la de una mujer, dotándolo de enormes caderas y trasero; también aquel escote desinflado se comenzó a llenar como si de un globo apuntó de reventar se tratará; su piel se adorno con un blanco tono desde sus desnudo muslos hasta su rostro; el cual fue complementado con un cómico maquillaje a juego del atuendo, con una enorme y redonda nariz violeta que al oprimir hacia "Honk, Honk", acompañando ese sonido cada vez con una linda y vacía expresión pero llena de ternura por parte de la payasa. Finalizando su transformación cuando su corto cabello oscuro, creció y creció de un color violeta que cubría toda su espalda.
De hecho, su largo cabello cubría toda la zona donde antes estaba el cierre del overol y que ahora había desaparecido como por arte de magia.
Por si todo esto fuera poco, dos cosas más ocurrieron que eran de lo más llamativas:
La primera era que la bolsa negra llena de trucos para asustar a la personas con cosas aterradoras, se había convertido en una bolsa colorida llena de juguetes y golosinas.
La segunda cosa llamativa, era que Matías no parecía ser Matías, o quizás no lo recordaba. Quien sabe, pero ni una sola vez intento quitarse el traje, no cuestionó quien era, ni que había pasado, ni nada, parecía que se había olvidado de todo antes de ponerse aquel atuendo, o quizás había cambiado alguno de sus pensamientos. Fuera lo que fuera, Matías se veía feliz con ese nuevo aspecto que podía apreciar frente al espejo.
Se quedó sonriendo con alegría frente al espejo durante varios minutos, hasta que recordó que es lo que estaba haciendo.
Obviamente, Matilda la payasita se estaba preparando para la noche de Halloween más payasa que nadie podría imaginar.
Se puso su mejor atuendo, con su maquillaje más adorable y compró todos los dulces que le fueron posible para esa noche, estando dispuesta a regalarlos junto con muchas sonrisas y alegrías para los niños y adultos que se cruzarán en su camino.
Claro, Halloween podía ser una fecha tenebrosa para muchas personas pero la payasa Matilda se encargaría de que chicos y grandes, disfrutarán de la velada como nunca.
Y al ritmo de una cómica y exagerada marcha, con su enorme bolsa de dulces detrás de ella mientras sonaba su nariz, Matilda se preparaba para brindar la noche más payasa que toda la ciudad podría imaginar. 
Créditos en la imagen


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