Samael es un fuerte y tenebroso demonio que existe desde la antigüedad, su legado relacionado con la muerte, el caos y la destrucción le precede como ningún otro siendo temido hasta la actualidad o siendo relacionado con eventos desafortunados para la humanidad.
Sin embargo, algunos textos también lo recuerda o mencionan como un seductor, generalmente de bellas mortales a las que atrae tanto como para cometer el pecado de relacionarse con él o peor aún servir de sus muñecas con la intención de darle algún hijo como muestra de su imponente legado.
Pero sin importar cuán delicado y cuidadoso fuera en esa labor ninguna mortal le había resultado de utilidad, todas acababan muertas al no ser dignas de portar al hijo de ese ser, claro que ellas morían meses después de volverse adictas a Samael, quien no les guardaba ningún vínculo o aprecio en especial, todo lo contrario, lo único que aquel demonio llegaba a sentir por esas mujeres que morían por él, era una profunda decepción al ni siquiera ser capaces de dar a luz.
Cansado de intentarlo, ya que llevaba siglos buscando alguna mortal que fuera digna sin buenos resultados solo le quedaba una opción, hacerlo él mismo.
Le había tomado mucho tiempo tener el poder y la oportunidad pero finalmente había llegado por lo que tanto había esperado, cuando una joven destacó de las demás pero destacar por su cuerpo no bastaba, necesitaba algo del ser demoníaco y futuro padre, y la única forma de darle ese poder era entrando en el cuerpo de la joven para compartirle su esencia con algunos resultados muy buenos para el demonio.
La joven no pudo hacer nada, un escalofrío la recorrió y se acabó, ahora Samael poseía el cuerpo de la mortal provocando cambios en ella al momento.
Lo primero que le pasó fue que de su cabeza brotaron cuernos largos y puntiagudos de color negro, luego alas le salieron por la espalda que asemejaban a las de algún murciélago, sus uñas también oscurecieron y se alargaron como para poder dejar marcas más letales que las de algún animal, tenía unas largas botas de látex que le recorrían casi todas las piernas y por último unos pequeños objetos que cubrían las zonas íntimas de su cuerpo, aunque dejaban por completo al descubierto todo lo demás.
Era tan hermosa que podía confundirse con un ángel, sin embargo ella era todo lo contrario.
-Al fin, una mujer digna, con este cuerpo no me extrañaría ser confundido con la lujuria, es una creadora de pecados andante, de no ser porque será mía, la mandaría de esta forma a ser la manzana de la discordia en todos los hombres, nadie se le podrá resistir, por eso fue la elegida-
Samael caminaba deleitándose con su nuevo aspecto, había sido de lo mejor que tenía en años y pensaba disfrutar cada mínimo detalle antes de cumplir su cometido, después de todo si quería un heredero debía dejar embarazada a ese cuerpo humano que poseía, la pregunta era como es que lo haría.
Tenía dos opciones, en la primera él mismo pasaría el proceso de la mujer para tener a su primogénito en menos de un año buscando quien fuera digno de tener sexo con ella o por otro lado, él sería quien disfrutaría de cogerse a la humana con el coste de esperar unos meses ha que la transformación se volviera permanentemente, debería vivir cerca de un año mortal en ese cuerpo para que se quedará con esa forma demoniaca y así poder soportar el sexo y el embarazo una vez el demonio regresara a su antigua forma.
Fuera una forma o fuera la otra, Samael daría inicio a un nuevo legado viviendo como una mujer de la lujuria un tiempo hasta tomar su decisión.
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