Para terminar de la mejor manera las vacaciones de verano, Paola había llevado a su hijo Fer a una grandiosa casa en el campo donde pasaron algunos días llenos de diversión disfrutando de la naturaleza, nadando en un rio cercano y teniendo toda clase de aventuras fantásticas que el al chico se le ocurrían para jugar con su madre lejos de la comodidad habitual de su hogar.
Una de sus tantas historias recurrentes durante su visita al campo, era "el duendecillo"; Fer había inventado a un personaje o amigo imaginario que se unía a todas sus aventuras y travesuras para hacerle compañía, ese duendecillo era el amigable y leal escudero del heroico Fer, quien siempre que podía, incluía en los juegos a su amigo para hacer sus días aún más divertidos.
Paola sabía de este lindo personaje y no le preocupaba, pensaba que su niño era como cualquier otro y había estado más creativo que de costumbre por el cambio de aires al que lo había expuesto. La madre pensaba que el duendecillo solo era otra parte de sus juegos, así que "ella también" podía verlo y jugar con él tal como su hijo, haciéndole saber que una vez terminará su viaje, Fer tendría que despedirse de su amigo, prometiendo que el próximo año volverían para volverse a ver.
La mujer se sentía orgullosa de como resolvió el problema, con algo de suerte el próximo año Fer ni siquiera recordaría que tuvo un amigo imaginario, por lo que para Paola, la situación ya había quedado resuelta. Sin embargo, Fer estaba muy triste de tener que despedirse de su amigo, que muy lejos de lo que pensaba su madre, el duendecillo sí que era real.
Desde el primer día en que llegaron a la casa de campo, Fer pudo ver a un pequeño ser de cabello rojizo, grandes mejillas y con una sonrisa juguetona que inspiraba confianza, para Fer fue como ver a un niño todavía más pequeño que él y lejos de tenerle miedo, el niño se acercó a la criatura para conocerla, jugar y volverse los mejores amigos. El chico no esperaba que algo así le sucediera, Fer había hecho un nuevo amigo muy peculiar y estaba listo para divertirse con él y su madre durante su viaje de vacaciones, en especial porque su madre "también" podía ver a su amigo, haciendo posible que los tres pudieran divertirse un montón.
No fue hasta el último día de sus vacaciones donde Fer comenzó a preocuparse y sentirse triste por tener que dejar atrás a su amigo, teniendo que esperar por lo menos un año más antes de volver a verlo y jugar con él. El chico intento hablar con su mamá, decirle que su amigo fuera con ellos a casa o quedarse un poco más de tiempo, algo que Paola negó gentilmente, explicando al chico porque no podían hacer eso y recordando que si son tan buenos amigos, el próximo año tendría cientos de ideas para jugar y miles de historias que compartir el uno con el otro.
El niño terminó por aceptar la propuesta de su madre, pidiéndole unos minutos para ir a despedirse de él, algo que la mujer aceptó, metiendo las maletas al auto mientras veía a lo lejos a su hijo decir adiós a su pequeño amigo imaginario.
El regreso a casa fue tal como se esperaba, volviendo a su vida cotidiana en una pequeña ciudad tranquila y pasando un par de días ordinarios tal como siempre. Al menos hasta que algo extraño sucedió.
Fer se había dado cuenta que su madre Paola actuaba un poco extraño; quería jugar más tiempo, guardaba con mucha alegría las monedas más brillosas que encontraba, se portaba más como una amiga que como una madre y eso no le desagradaba pero sí le parecía extraño al chico que un buen día le pregunto a Paola si todo estaba bien.
La respuesta de su madre hizo que el chico saltará de alegría y gritará con emoción, ya que en el cuerpo de su madre, se encontraba su querido amigo duendecillo. El chico no dudaba de que su amigo estaba en el cuerpo de Paola, pues hablaba de cosas que solo ellos dos conocían y se comportaba justo como él, algo que Paola jamás podría hacer ni aunque se esforzara.
De esa manera el duendecillo reveló que "el lazo de la amistad que los unía" a Fer y a él era tan fuerte, que ahora el duendecillo podía estar dentro del cuerpo de Paola para estar juntos todo el tiempo que quisiera, su amistad no tenía límites, y siempre que Fer lo quisiera, su leal escudero entraría en el cuerpo de su madre para jugar como lo hicieron durante sus vacaciones. El pequeño e inocente niño aceptó como ciertas todas las palabras de su amigo, quien de manera deliberada ocultó un detalle muy importante.
En realidad no había un lazo de la amistad o algo así que le dejará al duende poseer el cuerpo de Paola, simplemente el duende no quería dejar de jugar con su amigo, por lo que se escondió en el auto y en cuanto pudo, utilizó su magia para apoderarse del cuerpo de Paola. De esa manera, Fer y el duende podrían divertirse por siempre, ya que la magia que el duendecillo utilizó no tiene forma de revertirse; bastaba con pasar un día en el cuerpo de la mujer para robarle el cuerpo para siempre, y desde que eso sucedió, ya habían transcurrido algunas semanas.
Ahora el duendecillo se había quedado sin magia o sin poderes, a cambio de tener el cuerpo de la madre de su mejor amigo, para así estar juntos todo el tiempo, dormir hasta tarde, hacer travesuras, jugar y ser inseparables tal como ellos prometieron.
Desde ahora no hace falta volver a esa casa de campo o pasar las vacaciones ahí para que Fer pueda jugar con su amigo duendecillo, ahora Fer puede jugar todo el tiempo con él en el cuerpo de Paola, quien tomará la responsabilidad de cuidar a su mejor amigo sin dejar de divertirse con su compañía.
Vaya amistad xd
ResponderBorrar¿Verdad?
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muy buena
ResponderBorrarGracias, anónimo. Me alegra que eso piense de una más de las peticiones que hicieron como comunidad.
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