En mi hogar siempre estaba solo por ser hijo único. Sin embargo, mis adorables vecinas; Karla y Támara siempre me visitaban para ir a jugar.
De los 3 vecinos, yo era el mayor con 18 años, luego seguía Támara con 16 y por última su hermana Karla con 14 años. Desde niños jugábamos juntos y en más de una ocasión yo terminaba cuidado a las hermanas, era como si fuera su hermano mayor también, y a decir verdad estaba bastante contento con esa situación.
Pero conforme los años pasaban los 3 crecimos.
Yo me volví más alto y con algo de músculos mientras que mis vecinas dejaron de ser un par de niñas para volverse chicas con grandes físicos, sobre todo Tamara quien por ser mayor debía faltarle poco para que su cuerpo dejara de crecer mientras que Karla llevaba poco con esos cambios que también le vinieron de maravilla para pasar de una niña a una señorita.
Un tiempo seguimos jugando como siempre, con ligeros cambios ya que todos habíamos crecido pero el principal cambió que vivimos era la nueva privacidad de cada uno. Era raro para mí pero quise darles su espacio, cosa que parecía molesta a una y avergonzar a la otra, hasta que un día finalmente me dijeron algo al respecto.
No les gustaba que me alejará así de ellas, que las trataré como unas extrañas, toda la vida fui como un hermano mayor para ellas y ahora por crecer nos estábamos distanciando y eso no les gustaba para nada. Mi respuesta fue sincera, las quería más que a nada pero ya no podía estar en el baño con ellas o ayudarlas a vestirse como cuando pequeñas, a mí me dolía un montón hacerlo pero al ser el mayor debía darle su espacio a las chicas, tomando consciencia y responsabilidad, justamente de que ellas ya no eran tan chicas.
Ambas preguntaron que si todo era culpa del sexo a lo que respondí que gran parte sí, otra parte era mía al empezar a sentir emociones indebidas cuando las veía en esos momentos vergonzosos que antes eran casuales.
No conformes con eso, las dos me preguntaron que si haría lo que fuera por ellas y volver a los días casuales que vivíamos cuando éramos niños, cosa que asegure sin dudarlo.
A los pocos días ambas llegaron con un enorme libro, decía que era de magia y que así podían darle solución a todos los problemas que teníamos. Realmente no creía en la magia pero acepte que hicieran lo que ellas querían y así empezaron a recitar un hechizo.
De repente el pecho me dolía y sin más aparecieron dos tetas delante mío, lo mismo sucedió con mi trasero; sintiendo algo de dolor antes de crecer abruptamente, luego fue mi cabello, mi rostro, brazos y piernas hasta llegar a mi zona íntima que cambió por la de una chica al igual que el resto de mi cuerpo.
Ambas gritaban de la emoción porque lo que hicieron había servido y de inmediato me empujaron hasta mi cuarto que también había cambiado por uno más femenino.
Karla me explico que el hechizo que leyeron no solo me transformó en una chica sino que también todo lo relacionado conmigo sería de chica y los recuerdos de las personas sobre mi, eran que yo siempre había sido una chica tal como ellas, algo así como su hermana mayor.
Me costaba creerlo pero ahora mi cuerpo y cuarto eran de mujer, en mis fotos de hace años aparezco cómo una chica pelinegra y todo apuntaba a que la situación de mi vida, era tal como describía Karla.
Támara por su parte llegó con lencería; medias, bragas y sostén de encaje oscuro, diciendo que ahora mi cajón estaba repleto de ropa así además de faldas, blusas, tacones y vestidos.
Por un momento quise negarme, puesto que este cambio era de lo más abrupto y repentino pero ambas empezaron a llorar, asegurando que yo estaba molesto con ellas y que ahora las iba a odiar de por vida por volverme una chica.
No hubo de otra más que ponerme la lencería que ellas me eligieron, y viendo a detalle mi nuevo cuerpo por primera vez, creo que es bastante sexy y con la lencería lo es aún más, por un momento quise posar pero al estar conmigo las chicas era algo que no podía hacer por lo que me queda de orgullo masculino.
Tan pronto como acabe de vestirme, ellas empezaron a decirme un montón de cumplidos y luego a quitarse la ropa. En cuanto quise impedirlo ambas me dijeron que estaba bien, ahora yo era una chica, como su hermana mayor y no había porque tener vergüenza, después de todo, todo lo que habían hecho era para poder estar juntas como antes.
Tamara se quitó un vestido de volantes blanco para quedar en un baby doll violeta claro que contrastaba con su cabello morado. Por otro lado, la pequeña Karla se quitó una mini falda blanca y una blusa verde para quedar con una lencería amarilla apretada muy similar a la mía.
Ahora las tres estamos en una pijamada; las dos se divierten explorando mi nuevo cuerpo, jalando las tiras de mi sostén o bajando un poco mis bragas, de igual forma lo hacen entre ellas y si yo quiero puedo hacerlo también, aunque no me siento lista para eso. Sin dudar, esto no es como lo imaginaba, ahora que soy una de ellas me parece una broma pícara cuando siendo chico en verdad me encendía, y esta idea al igual que muchas otras son cambios a los que mi cuerpo y mi mente todavía se están acoplando.
Por ahora trato de asimilar como mi vida cambió, como ahora soy una íntima vecina que es como una hermana mayor para sus adorables vecinas, vecinas que me ayudarán a saber todo lo que una buena chica debe saber en su día a día, claro, después de haber jugado bastante con ellas. Su pijamada tiene peleas de almohada, ver películas, bañarnos juntas y dormir como antes, donde yo tenía a cada hermana de un lado para abrazarme con la diferencia que ya no buscan mi brazo, mis dos hermanitas quieren probar dormir usando mis pechos conos sus almohadas. Sin duda esta nueva vida como chica y como hermana mayor, va ser agotadora...pero por mis adorables hermanitas, vale la pena tratar de vivirla.
Créditos a quien correspondan. |
Me encanta es muy buena historia.
ResponderBorrarMuchas gracias, disfruté mucho al escribirla, me alegra que no sea la única a la que le gustará.
BorrarQue buenas tijerss
ResponderBorrarMe alegra que creas eso, se aprecia, Nick.
Borrar-Nero.