miércoles, 15 de marzo de 2023

Legado de dragona

Hace ya mucho tiempo, en algún lugar muy lejano, existían criaturas de fantasía como los orcos, ogros y dragones que eran combatidos con fiereza por los valientes caballeros y guerreros de diferentes reinos para traer paz y armonía al mundo.
Sin embargo había una temible dragona que por años había atemorizado a pueblos enteros haciéndolos añicos en cuestión de minutos con sus llamas o garras. Ningún hombre, mujer, caballero o mercenario había podido hacerle frente, ni siquiera una pequeña herida le había conseguido hacer, debido a que en pocos instantes morían en las garras o fauces de la bestia inigualable.
Pero todo cambiaría con la llegada de un hechicero, la dragona sin saberlo había arruinado cosas necesarias para sus rituales y eso la había condenado.
Aquel extraño hechicero fue directo a la guarida del monstruo y espero lo necesario para que esta cayera dormida, cuando lo hizo fue su momento de actuar, acercándose y abriendo su hocico para arrojarle a beber una pócima en su gigantesca lengua.
La dragona despertó hecha una furia con ganas de comer y lo anunciaba con su rugido. O eso creyó puesto que sonaba muy diferente, gracias al hechicero.
La pócima que le hizo beber era una para cambiar su anatomía, para hacerla pasar de una enorme criatura invencible y temible a una mujer de cabello rubio y poca ropa obligada a obedecer al hombre al que le entorpeció sus planes, lo único que le dejó el hechicero como rastro de su vieja identidad destructiva, fue la cola y los cuernos que sólo ella había tenido en toda la historia, así cualquiera que la viera andando semi desnuda sabría que fue domesticada por el mago.
Ahora la temible dragona que alguna vez fue la pesadilla de todo ser viviente ya no estaba, para el pueblo quedó reducida a una simple leyenda con la que asustar a los niños cuando se portaban mal. Por otra parte, para el hechicero era algo muy real, ya que con algo más de sus pócimas la feroz dragona había pasado a ser una simple joven tratada como mascota, sin forma de librarse de los encantamientos y quedando su antigua gloria solamente en su memoria.

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