Felipe era un tipo como cualquier otro, que se había mudado un par de veces con el deseo y propósito de comenzar una nueva vida las veces que fuera necesario hasta encontrar su lugar en el mundo.
Su más reciente mudanza fue a un departamento que se encontraba cerca de un bosque, el cual tenía muchos tipos de relatos acerca de seres mágicos o cosas espectaculares ocurriendo por el lugar. Muchas personas se alejaban del sitio por ese motivo, al igual que muchas otras iban con gran interés para conocer el lugar, Felipe por su parte simplemente llegó ahí por el gran precio que tenía el departamento sin esperar, temer o buscar alguna clase de esos eventos especiales de los que tanto se rumoreaba.
El joven mucho tiempo se la pasó viviendo ahí sin ningún suceso mágico o aterrador en particular, en ocasiones escuchaba ruidos que casi siempre se trataba de algún animalito del bosque que se acercaba curiosamente a los departamentos antes de salir corriendo por las luces o la presencia de las personas.
No obstante, un día cerca del atardecer, Felipe escuchó mucho movimiento por el lugar, como siempre pensó que se trataba de un animal curioso en su jardín trasero, pero al asomarse por una ventana no pudo ver a ningún ciervo o conejo, ni nada que provocará todo el ruido que aún se escuchaba en su patio sin poder ver al causante.
Decidió salir a investigar qué es lo que ocurría, avanzando poco a poco sin encontrar nada a simple vista, guiándose por el ruido cada vez mayor hasta que tras varios minutos acercándose a la zona pudo encontrar algo en las afueras de su jardín que conectaba con el bosque.
En medio de un montón de hojas y ramas secas, un huevo colorido se sacudía. Nunca había visto un huevo como esos antes y lo primero que Felipe pensó es que si se sacudía era porque lo que estuviera adentro, estaba a punto de salir del cascarón.
Había cosas que no entendía como ¿Porque hacía tanto ruido un simple huevo? O ¿Dónde estaba su madre? Pues un huevo a punto de nacer abandonado parecía muy extraño.
Estaba tan concentrado pensando en un montón de cosas sobre el origen de ese colorido huevo que antes de poder hacer algo, escuchó como el huevo se rompió y un inmenso gas morado lo rodeó por completo.
Cuando el gas se disipó, Felipe ya no estaba, en su lugar una hermosa chica de aspecto maduro y con una lencería con flores y hojas idénticas a las secas que había en el suelo, había aparecido.
Por un momento pareció confundida, viendo su cuerpo para intentar reconocerlo antes de tomar los restos del cascarón y correr hasta su departamento para ocultar su parcial desnudez.
Al principio no lo entendía, pero conforme los minutos transcurrían, aquella chica se veía mucho más decidida y determinada, como si tuviera una idea clara o un propósito que cumplir, uno lo suficientemente grande e importante como para dejar de lado todo lo que tuviera que ver con su vida anterior.
Su misión era ser una repartidora, no sabía cuándo ni donde, pero aquella mujer de grandes proporciones no tenía duda alguna de que otro de esos peculiares huevos iba a aparecer en el bosque cerca de su residencia tarde o temprano, y cuando eso sucediera, ella estaría para cuidarlo y llevarlo a su destino. Después de todo, la mujer de gran belleza se había convencido como por arte de magia de que su propósito al volverse una mujer era estar ahí lista para cuando esos peculiares y coloridos huevos aparecieran, y una vez que ella los encontrará, ser la encargada de llevarlos con la persona correspondiente.
Su más reciente mudanza fue a un departamento que se encontraba cerca de un bosque, el cual tenía muchos tipos de relatos acerca de seres mágicos o cosas espectaculares ocurriendo por el lugar. Muchas personas se alejaban del sitio por ese motivo, al igual que muchas otras iban con gran interés para conocer el lugar, Felipe por su parte simplemente llegó ahí por el gran precio que tenía el departamento sin esperar, temer o buscar alguna clase de esos eventos especiales de los que tanto se rumoreaba.
El joven mucho tiempo se la pasó viviendo ahí sin ningún suceso mágico o aterrador en particular, en ocasiones escuchaba ruidos que casi siempre se trataba de algún animalito del bosque que se acercaba curiosamente a los departamentos antes de salir corriendo por las luces o la presencia de las personas.
No obstante, un día cerca del atardecer, Felipe escuchó mucho movimiento por el lugar, como siempre pensó que se trataba de un animal curioso en su jardín trasero, pero al asomarse por una ventana no pudo ver a ningún ciervo o conejo, ni nada que provocará todo el ruido que aún se escuchaba en su patio sin poder ver al causante.
Decidió salir a investigar qué es lo que ocurría, avanzando poco a poco sin encontrar nada a simple vista, guiándose por el ruido cada vez mayor hasta que tras varios minutos acercándose a la zona pudo encontrar algo en las afueras de su jardín que conectaba con el bosque.
En medio de un montón de hojas y ramas secas, un huevo colorido se sacudía. Nunca había visto un huevo como esos antes y lo primero que Felipe pensó es que si se sacudía era porque lo que estuviera adentro, estaba a punto de salir del cascarón.
Había cosas que no entendía como ¿Porque hacía tanto ruido un simple huevo? O ¿Dónde estaba su madre? Pues un huevo a punto de nacer abandonado parecía muy extraño.
Estaba tan concentrado pensando en un montón de cosas sobre el origen de ese colorido huevo que antes de poder hacer algo, escuchó como el huevo se rompió y un inmenso gas morado lo rodeó por completo.
Cuando el gas se disipó, Felipe ya no estaba, en su lugar una hermosa chica de aspecto maduro y con una lencería con flores y hojas idénticas a las secas que había en el suelo, había aparecido.
Por un momento pareció confundida, viendo su cuerpo para intentar reconocerlo antes de tomar los restos del cascarón y correr hasta su departamento para ocultar su parcial desnudez.
Al principio no lo entendía, pero conforme los minutos transcurrían, aquella chica se veía mucho más decidida y determinada, como si tuviera una idea clara o un propósito que cumplir, uno lo suficientemente grande e importante como para dejar de lado todo lo que tuviera que ver con su vida anterior.
Su misión era ser una repartidora, no sabía cuándo ni donde, pero aquella mujer de grandes proporciones no tenía duda alguna de que otro de esos peculiares huevos iba a aparecer en el bosque cerca de su residencia tarde o temprano, y cuando eso sucediera, ella estaría para cuidarlo y llevarlo a su destino. Después de todo, la mujer de gran belleza se había convencido como por arte de magia de que su propósito al volverse una mujer era estar ahí lista para cuando esos peculiares y coloridos huevos aparecieran, y una vez que ella los encontrará, ser la encargada de llevarlos con la persona correspondiente.
En lo profundo de su ser, aquel joven que tuvo la buena o mala fortuna de encontrarse con ese objeto intentaba volver a la normalidad, pero esos deseos de recuperar su vida eran pequeños a lado de los nuevos deseos de cumplir con su propósito con aquellos mágicos objetos.
La mujer todavía tiene dudas acerca de cuando aparecerían los próximos huevos, y también le preocupaba averiguar a quienes debía de entregar los mismos objetos mágicos para que tengan una transformación similar a la de ella. Sin embargo, no pudo hallar una respuesta a sus preguntas, sintiendo una tranquilidad y confianza de que de alguna manera lo podría resolver cuando llegará el momento, después de todo ahora como mujer había encontrado el propósito de vida que tanto había buscado, y que de cualquiera manera haría lo que fuera para cumplirlo.
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