Hace
mucho tiempo, tanto que ya ni lo puedo recordar, yo era un fiero caballero, de los mejores de mi reino si me permiten
decir, y nadie tuvo la fortuna de poder derrotarme, siendo eso uno de los
varios motivos por el cual se me asignaban las misiones más peligrosas,
quedando como el héroe que el reino entero adoraba tras regresar
victorioso en cada ocasión, acompañado de botines y trofeos que
reflejaban mi éxito abrumador.
Sin
embargo, mi última misión como caballero era muy ambigua, hablaba de
salvar un reino perdido al conseguir una reina, siendo lo más seguro que la suya
había sido capturada por algún monstruo y necesitaba ser rescatada, motivo suficiente por el cual acepte la misión,
dirigiéndome al lejano reino para regresarles a su reina.
Una
vez en el reino perdido entre al castillo, donde solo había mayordomos por
alguna razón, dirigiéndome al jefe de todos estos para saber más
detalles de la misión sobre su recuperar a la mujer de la realeza.
Joseph,
el líder de los empleados, me dijo que el rey y la reina se habían
embarcado en un viaje diplomático para ir a otro reino y que
desafortunadamente a mitad del viaje, su barco náufrago y daban por hecho que nunca regresarían a su hogar.
Un
reino no puede existir sin rey, ni mucho menos puede existir sin reina,
por lo que era esencial conseguir alguien que tomará su lugar a la brevedad. Por
suerte para ellos había llegado yo, un valiente y noble caballero
dispuesto a asumir dicha labor.
Estaba
bastante confundido por la situación, y una vez que la entendí, lo único que tenía claro es que
no quería hacerlo, no estaba dispuesto a abandonar mi vida como
caballero para estar en un trono todo el tiempo, pero a pesar de mis
protestas, los sirvientes fueron capaces de persuadirme y
hacerme ver que la situación no era tan malo como yo lo imaginaba y que
todo lo que tenía que hacer era tomar una pequeña pócima para volverme
de la realeza.
Sin más opciones, acepte tomar la pócima que los mayordomos me dieron, y de inmediato me hizo caer dormido, despertando después de horas sintiéndome en una pesadilla; llevaba puesto un vestido
rosa con blanco y lleno de volantes, también tenía grandes pechos que
se veían por lo escotado que se encontraba mi vestido, tacones que
apenas podía soportar sin caerme y una gran cabellera castaña la cual
portaba una pequeña tiara con gemas que había pasado de generación por generación entre las reinas de este lugar.
Yo
estaba aterrorizado y grité al mirarme como una mujer, haciendo que unas sirvientas llegarán para
hablarme y tratar de consolarme, me dijeron que desde ahora yo vivía
ahí y era su reina por lo que todas estaban a mí servicio y todo el
reino ahora era mío.
Les
exigía volverme a la normalidad, que podía ser su rey y no su reina
pero todas me dijeron que la labor de la reina era mucho más importante y
que harían todo lo posible para ayudarme con mi nueva vida.
Lo
primero que hicieron las sirvientas, fue guiarme hasta el cuarto de la
reina donde me ayudaron a quitarme el vestido mientras me explicaban un
montón de cosas: necesidades del pueblo, economía, agricultura,
relaciones con otros reinos y el que ahora es mío, brevemente me
explicaron de todo menos el porque tenía que ser mujer, dejándome a
solas en mi cuarto para poder descubrir el motivo por el cual cambiaron mi género.
Vi
mi nuevo cuerpo, llevaba una diminuta camisa y una tanga blanca
acompañada de encajes de oro. Un calor me invadió mientras me veía al
espejo, mis manos llegaron hasta mis pechos que de inmediato hicieron
poner duros a mis pezones. Jugué un poco con ellos frente al espejo
hasta tener los ánimos de llevar la mano más abajo y casi caer de
rodillas por el placer de tocar mi nueva parte femenina.
Tuve que llegar a la cama para explorarme más a fondo por horas hasta que, como si se tratará de una profecía, lo entendí.
-El
trabajo de una reina es mucho más importante, después de todo ella
satisface al rey, lo hace feliz y le da muchos hijos para continuar con
su linaje en el reino, ese es el deber de una mujer de la realeza...-
Me dije a mi misma al tener en claro porque me había convertido en una mujer, mirando aquel destino con un poco más de emoción de la que esperaba.
-Esto no es tan malo después de todo.
Todavía no quiero tener un hombre dentro de mi. Sin embargo, seré una buena reina cuanto sea
necesario, al menos hasta que algún hombre pueda dominarme. Claro, si
alguien espera estar dentro de mi para tener sus hijos, debe ser alguien
digno de liderar a mi pueblo y hacerme feliz a mi, ¿Será posible encontrar un caballero así?-
Apenas
era mi primer día como mujer pero ya tenía claro mi objetivo como
reina: vivir llena de lujos y cuidados para dar la mejor descendencia al ansiado príncipe azul que se volvería mi rey.
Debo admitir que aún no quisiera embarazarme, tener un bebé de cualquier
hombre sería muy raro y aunque en algún momento llegará alguien con
quien comparta mi reino, por ahora la reina está bien por su cuenta para
cumplir con su deber real.
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